domingo, 20 de noviembre de 2011

Cabrera, única

Queridos lectores, con esta entrada concluyo el relato sobre lo que supuso para mí la aventura de vivir dos meses en Mallorca. Como lo prometido es deuda, dedicaré las próximas líneas al Parque Nacional de Cabrera pero es necesario citar una despedida mágica de esa playa en la que tantas veces me bañé durante mi estancia: estuvimos toda la tarde jugando al fútbol, se hizo de noche y, como colofón, nos dimos un baño nocturno, con el agua increíblemente caliente, flotando y mirando las estrellas desde el mar; no olvidaré ese momento.
La jornada comenzaba muy temprano, en Palma, puesto que había que desplazarse hasta Colonia Sant Jordi para, allí, tomar el barco. A nuestra llegada al puerto, fuimos tremendamente afortunados, puesto que conseguimos los últimos billetes que había disponibles. Muy pronto nos encontrábamos surcando las aguas del mar Mediterráneo rumbo a Cabrera. Aparecieron una, dos, varias islas, de tamaños bien variados, hasta que atracamos en el puerto principal de Cabrera. Ya allí, elegimos una pequeña cala en la que, a la sombra de los pinos, pudimos ubicarnos. Nuestra sorpresa fue enorme cuando nos encontramos muchísimos peces en la misma orilla. Esta isla tiene unas aguas maravillosas, completamente cristalinas, que permiten observar el fondo con bastante facilidad. Aproveché para hacer un poco de snorkel, que realmente disfruté, puesto que pude contemplar un sinfín de peces y preciosos bancos de algas. En una ocasión, me acerqué a uno de ellos, le tendí la mano y vino a tocármela, sin ningún tipo de miedo, y es que, como nos encontramos en un paraje muy bien protegido, no tienen por qué temer al ser humano. Para concluir nuestra magnífica jornada en este paraíso, la única zona de España que tiene paisajes no humanizados, buscamos un nuevo tesoro (geocaching) para tener un muy buen recuerdo, también geocachero.
Tocaba emprender el viaje de vuelta, pero aquí no acababa la aventura, puesto que hicimos una breve pero intensa parada en la Cova Blava (Cueva Azul), lugar en el que, debido al fenómeno de la dispersión, la frecuencia más intensa de la luz es la azul (es decir, prácticamente todo tiene este color). Por supuesto, no desperdicié la oportunidad de tomar un baño en semejante lugar, teniendo la sensación de que, al nadar, mi propio cuerpo desprendia dicha luz. Y, para concluir este día perfecto, en el regreso, unos delfines aparecieron en nuestro camino. Inolvidable.


miércoles, 26 de octubre de 2011

Geocaching para todos

Queridos lectores, tengo que contaros hace algo más de un mes encontré mi cache número cincuenta. Ahora hace dos años que empecé a hacer geocaching, y aquí os dejo unas notas sobre esta actividad.
Qué es
Según sus gestores, "es un juego de alta tecnología para encontrar tesoros, en el que juegan aquellos a quienes le gusta la aventura". En efecto, a través de la página de Geocaching, se pueden buscar los más cercanos a la zona en que se desee practicar; además, también ofrece la opción de utilizar Google Maps para una mejor orientación. En gran cantidad de ocasiones, la caja contiene, además del libro de visitas (cuaderno en el que se firma para certificar que se ha encontrado) algunos regalos que anteriores visitantes han dejado; por ello, muchos suelen hacer un intercambio. De todas formas, lo más importante del geocaching es la propia búsqueda y lo más gratificante es encontrar el cache, tarea, en ocasiones, nada fácil.
Qué se necesita
Lo más importante, para poder practicarlo, es disponer de acceso a Internet, para obtener las coordenadas y las pistas del tesoro. También es muy recomendable disponer de un GPS, aunque algunas personas prefieren, en determinadas ocasiones, recordar el mapa visionado en Internet y dejarse llevar por la orientación.
Motivaciones

Al visitar un lugar nuevo, puede que haya muchas cosas interesantes que nos dejemos sin visitar por, ni siquiera, saber de su existencia. Dado que los encargados de poner y realizar el mantenimiento de un cache suelen vivir en las cercanías de él, en gran cantidad de ocasiones los ubican en monumentos, edificios, miradores... en definitiva, lugares destacados. Además, suelen adjuntar a la descripción del cache una breve reseña cultural de la zona.
Otra motivación es la aventura, porque muchos se encuentran en la naturaleza, y además puede que requieran un esfuerzo extra para llegar a ellos.
Por supuesto, haciendo geocaching mejorará tu orientación. Un ejemplo que me gusta señalar es que, el ser humano, si no está acostumbrado, no sabría indicar una distancia de cien metros, tanto en la ciudad como en la naturaleza.
Y, cómo no, se desarrolla la intuición, porque los tesoros pueden estar escondidos en cualquier lugar, siendo muchas veces de gran ingenio.
¿Cómo lo conocí?

Como muchas otras cosas, en Ruta Quetzal BBVA. Nos situamos en la expedición 2007, en Cuenca. Una de las actividades que el ayuntamiento organizó para la ruta fue ésta. Al regreso a casa, no tardaría mucho en documentarme y registrarme. Eso sí, pasarían unos años hasta que, recién comprado un GPS, comencé a buscar cajitas.
Caches destacados
El primero, por supuesto, que fue en el parque La Pulgosa (GC1GG8Q), en Albacete. Preciso es citar el de la playa de Los Muertos (GC23JV1), en Almería, con unas magníficas vistas sobre este mágico lugar. ¿Y aquel caracol, en el Retiro (GC2JCAK), que tenía dentro el libro de visitas? O el dedicado a Andrés Iniesta (GC2FHQ7), en Fuentealbilla, así como aquel espectacular (aunque de difícil acceso) cache, en las cercanías del castillo de Chinchilla (GC1JKGD)...
Sin embargo, aquí os pondré el top 3, con los hallazgos más destacados para mí:
3 Por el día que pasamos y también por ser mi primer (y hasta ahora, único) FTF (primero en encontrar, del inglés First To Find), el encontrado en las cercanías del pico de las Cabras (GC2G4E1).
2 No puedo olvidarme de un recipiente en el que ponía "Peligro" pero, a sabiendas de que era un cache, lo levanté, y ahí estaba el objetivo.
1 El que más gusto me ha dado. Fue algo duro tanto llegar a él, pero realmente mereció la pena. Se ofrecían las coordenadas de la playa desde la que se podía ver aquella isla, en Baleares (GC2CWWX). También había un mapa del tesoro, el cual memoricé. Así, me puse a nadar, hasta llegar a la isla, escalé con manos y pies desnudos, me resentí un poco al andar descalzo... y costó. La memoria fue un poco traicionera pero, en el último momento, cuando iba a tirar la toalla, pude visualizar con claridad, en mi mente, el mapa, llegué a la zona y, ¡por fin!, lo encontré.

Espero que os haya resultado agradable la lectura sobre el geocaching y que os animéis a practicar este entretenido juego.




martes, 18 de octubre de 2011

En medio del Mediterráneo

Tras la magnífica experiencia compartida de nuevo junto a Ruta Quetzal, me dirigí, con apenas un par de días entre una y otra aventura, hacia Mallorca para comenzar la beca JAE Intro (Introducción a la investigación), del CSIC. Allí estaría dos meses, durante los cuales mi trabajo se centró en el estudio de las propiedades de las redes y, más en contreto, las sociales (que no sólo incluyen las cibernéticas, sino las de amistad, viajantes, científicos o actores). Ésta es una rama de la Física que no se estudia en la carrera y me pareció realmente interesante, pues sus aplicaciones son muchas y los modelos, en algunos casos, reproducen fielmente la realidad.
El comienzo no pudo ser mejor, puesto que tenía muchas ganas de realizar este viaje: un vuelo desde Albacete (ABC) hasta Palma (PMI), pudiendo disfrutar desde el aire de paisajes destacados como el parque de Abelardo Sánchez o las curvas que describe el Júcar a su paso por mi querida tierra. Muy pronto (apenas cuarenta minutos), en medio del mar, se divisaría tierra: una isla, ya conocida, pero apenas recordada (la visité siendo muy pequeño), estaba ante mí, y tendría dos meses para descubrir muchísimos de sus rincones. Lo primero que me sorprendería, en el trayecto desde el aeropuerto hasta el centro, serían unos coloridos molinos que sorprenden al observador por su tamaño y número.
De la capital, Palma, decir que tiene auténticos rincones preciosos. Uno de ellos es el castillo de Bellver, situado en lo más alto del bosque del mismo nombre, que ofrece, a una altura de cien metros sobre el nivel del mar, unas vistas privilegiadas sobre el municipio y su bahía. Muy pronto descubriría este mágico paraje gracias a mis compañeros de piso, que me ofrecieron la posibilidad de asistir a un concierto sobre música culta inspirada en el continente asiático en un atardecer inolvidable: Coral y Kai, muchísimas gracias por llevarme hasta allí.
Otro de los lugares que no pueden pasar desapercibidos ante el visitante es la catedral o seo, enorme. La descubrí, quedándome maravillado, en uno de mis primeros baños en la playa más cercana al piso en el que me alojé. También es preciso citar el Palacio Real, vecino de la seo que, si bien por fuera no parece ofrecer mucho, por dentro es una auténtica joya (recomiendo asistir al cambio de la guardia de honor, que tiene lugar el último sábado de cada mes al mediodía). Estas dos construcciones y sus alrededores hacen que la visita al centro de Palma sea única.
Un rincón que no podría olvidarme se encuentra en la plaza de España, junto al monumento en honor a Jaime I "El Conquistador". Allí, con un globo terráqueo y una veleta sobre su tejado, se encuentra una bella estación meteorológica, incluyendo los promedios de los parámetros que mide y una lista de distancias a los distintos municipios de la isla. La gente se junta para sentarse a sus pies, conversar, compartir experiencias y, de paso, hacer una pequeña predicción casera.
En esa misma plaza encontramos la estación del tren de Sóller, un ferrocarril de madera, clásico, que lleva a este municipio. Tuve la oportunidad de hacer este recorrido, en un trayecto que me llevó a este lugar, famoso por sus naranjas y su puerto, además de su magnífica iglesia, parada obligatoria para todo visitante.
Me gustaría también señalar el magnífico día que pasé en Alcudia, al norte de la isla, recorriendo sus estrechas calles empedradas, en el interior de la muralla, y pudiendo bañarme en una preciosa playa.
Y, por supuesto, querido lector, si visitas la isla de Mallorca, no te olvides de probar sus magníficas ensaimadas, deliciosas y de gran tamaño, pues realmente merecen la pena, así como visitar algunas de las tiendas gastronómicas por el centro, haciendo turismo de olores.
Todavía me queda por contaros la aventura en Cabrera, pero eso será en otra entrada.


domingo, 9 de octubre de 2011

DESPEDIDA EN LISBOA

Si nos remontamos un año atrás, dejábamos la capital portuguesa a través de ese gran Tajo, río ibérico por excelencia, navegando en el Galicia (precisamente para dirigirnos a la tierra que le da nombre). Esta vez estábamos haciendo el trayecto a la inversa, desde las tierras gallegas hasta la tan bonita ciudad, en el barco Castilla. De nuevo, algo de lo que creo nunca me cansaría, me volví a fascinar con la anchura del estuario de tan bello río, disfrutando con unas maravillosas vistas sobre algunos de los lugares más destacados del municipio. Así nos acercamos al puerto.
Era mi último día en esta increíble Ruta Quetzal BBVA 2011, y quería que fuera especial. Decidido a vivirlo al máximo, como cada uno de los anteriores, no podía partir sin guardar un preciado momento junto a las personas con las que había vivido tanto. Eso sí, antes de nada, había que solucionar un pequeño problema: el tren que me llevaría hacia Madrid, por la noche, salía desde la estación de Santa Apolonia y... ¿dónde se encontraría? Para sorpresa mía (¡suerte infinita!), pasamos precisamente en autobús por su puerta, nada más desembarcar, a escasos metros del barco, hecho que me permitiría pasar el día entero junto a mi querida expedición y tomar mi camino al acabar la jornada.
Sobre el recorrido, destacar la Praça do Comercio, lugar importantísimo en el que estuvo el Palacio Real, con su característico color amarillo presente en sus edificios. También una exposición con cuadros sobre el fado (nada mejor para acercarse a las tradiciones portuguesas) y, finalmente, la playa de San Juan, preciosa, increíble, con ese océano Atlántico a nuestros pies que ha sido el culpable (bendita culpa) de que España y Portugal estén tan unidas con América.
Por supuesto, no podía faltar el deleite máximo de la capital lisboeta, el monasterio de los Jerónimos, con su característico arte manuelino, sin olvidarnos de ddegustar los famosos pasteis de Belem; como curiosidad, citar que se deben tomar calientes.
Para concluir, una visita al monumento a los Conquistadores y a la torre de Belem.
Del resto, citar que fue una despedida mágica en la que sentí, de nuevo, que no nos separábamos porque, para siempre, tendríamos este lazo común creado durante tan buenos días.
PD: como fotografías, os dejo las que tomé en este día junto a algunas de las personas que más importantes fueron para mí en esta ruta (no están todos).

martes, 4 de octubre de 2011

Mi Reventón

Estaba siendo un año de grandes cimas, y no podía faltar ésta, una de mis favoritas, a la que siempre merece la pena llegar, puesto que ofrece una enorme cantidad de magia a todos los que saben descubrirla.
La primera sorpresa fue encontrarnos en La Granja, lugar de partida, a dos titiriteros, Julio Míchel y Salvador Lucio, subidos en un carro, tirado por unas mulas, tocando melodías para animar a todo el grupo. Seguidamente, hicimos un breve alto en el camino en Valsaín, junto a la casa de Manuel Iradier, para conocer su historia. Este explorador dedicó buena parte de su vida a recorrer muchos paisajes hoy en día pertenecientes a Guinea Ecuatorial, en particular el río Muni (río del peligro).
Y, tras este receso para la historia, comenzó el desafío físico, primero por un muy agradable bosque acompañados por un riachuelo para dar lugar más adelante a una serie de arbustos en el paisaje. Y ahí llegó la primera variante frente a mis dos anteriores subidas a esta cima: lo que venía siendo un día muy agradable se convirtió en una tormenta; sin embargo, en ruta, no nos detenemos por la lluvia, por lo que nos pusimos las capas y continuamos con nuestra aventura, disfrutando de la magnífica puesta de sol, una de esas contribuciones a la magia de este recorrido.
El camino, tras los grandes desafios emprendidos anteriormente, se me hizo fácil y rápido. Las estadísticas, medidas con GPS, como a mí me gusta, reflejaron unos nueve kilómetros y medio de ascensión con ochocientos metros de desnivel.
Y al llegar arriba, contento, alegre y sorprendido de mí mismo por no haber sufrido absolutamente nada (recordando ediciones anteriores), las nubes dejaron hueco para disfrutar de las estrellas. Hizo algo de fresco (apenas 4 grados Celsius en el termómetro al amanecer), pero la experiencia, de nuevo, fue inolvidable. Del descenso, contaros que un loco albaceteño apareció con pantalones y camiseta cortos (sí, con cuatro grados), y que disfrutamos de un precioso amanecer, así como de unas vistas privilegiadas sobre la comarca, en busca de nuestro destino final, Rascafría.
Queridos lectores, sé que tengo pendiente una ascensión a este lugar con más de uno de vosotros. ¡Ojalá podamos hacerla pronto! Me encantará acompañaros.

miércoles, 14 de septiembre de 2011

Perú(III). Viajes de transición

Tras aquellas magníficas caminatas relatadas anteriormente, con las fuerzas más bien escasas, los integrantes de Ruta Quetzal BBVA tuvimos un par de días de "descanso" para recorrer otros dos lugares preciosos de Perú: Chachapoyas y Zaña. Además, durante nuestra estancia en Chachapoyas pudimos visitar la localidad de Huancas, un pequeño pueblo que conserva gran parte de las tradiciones de la cultura chachapoyas, destacando entre ellas la cerámica. Como comprobamos, trabajar la cerámica requiere tiempo, con un amplio proceso de elaboración.
Zaña tendrá siempre un rincón en nuestro corazón. Para llegar allí recorrimos una inmensidad de kilómetros por carretera, no sin sorpresas en el camino debido a las muchas obras en la vía y los consiguientes caminos como alternativa y también algo de calor en los autobuses (más bien nada, que en peores lides nos hemos visto). Sin embargo, a pesar de los obstáculos, este trayecto fue feliz para mí: a la gran cantidad de paisajes vistos, desde la ceja amazónica hasta zonas semidesérticas y a las muchas canciones compartidas sobre ruedas, hay que sumarle la culminación de una de mis ilusiones para la presente expedición, que era poder contemplar un "monete", hecho que se hizo realidad al verlo en una casa de las que se encontraban en las cercanías de la carretera. Al sumar la gran cantidad de contratiempos encontrados en el viaje obtendremos la causa de la demora en nuestra llegada a Zaña. Sin embargo, la hospitalidad de sus habitantes llegó a tal extremo que, en ese feliz momento del encuentro, todavía mantenían intactas sus ilusiones por ofrecernos lo mejor; no me olvido de las palabras de Jesús Luna, nuestro querido jefe de campamento: "vamos rápido a la plaza, porque llevan horas esperándonos". Había que apresurarse para, por fin, tener ese feliz encuentro, y es que nos habían preparado una muy calurosa acogida, incluyendo en ella unas palabras por parte de las autoridades locales y Jesús Luna, bailes típicos del lugar, una breve reseña sobre el Museo Afroperuano de Zaña y, finalmente, la lectura de una serie de décimas, pues los zañeros están entre los mejores decimistas de América, señalando la facilidad que tienen para incluir el "culantro" en sus versos, arrancando más de una sonrisa al público. Este acto acabó tarde, mas realmente mereció la pena y fue precioso estar presente en él. Al llegar al campamento, el cansancio era una constante en mi organismo pero, después de varios días, me reencontraba con mi diario (en las caminatas, para aligerar peso, llevé una pequeña libreta para tomar notas), y no me perdonaría dejar de escribir todos los sentimientos experimentados en las preciosas marchas que habíamos vivido días atrás. Así, a altas horas de la madrugada, ya metido en el saco, abría ese rincón para los recuerdos con la intención de, de nuevo, darle esa vida que sólo la escritura es capaz de otorgarle.
Al día siguiente, concimos esta localidad y, en particular, el museo citado anteriormente, con una gran riqueza cultural. Para concluir una visita tan especial, que nos hermanó con este hospitalario municipio, me integré en los talleres de percusión, pudiendo experimentar la sensación de tocar instrumentos como la quijada de burro y unas calabazas huecas de tamaño considerable, entre otros.
La despedida fue breve pero intensa: nada será igual después de estos días compartidos, ni para ellos ni para nosotros, porque siempre quedará en nuestros corazones el recuerdo de tan preciados momentos. Al frente nos esperaba un viaje nocturno, bajo la Cruz del Sur y miles de estrellas que nos alumbraban en el camino, durante más de catorce horas, rumbo a Lima, última parada en nuestro mágico recorrido peruano.

martes, 9 de agosto de 2011

Perú (II). El pequeño destello que me llevó a la catarata

Hay ocasiones, en nuestra historia personal, en las que la aventura nos ha sacado de un mar de dudas y nos ha lanzado hacia una gran cantidad de vivencias. El relato que en estos momentos tus ojos recorren, querido lector, no estaría frente a ti de no ser por esa pequeña chispa de esperanza que surgió en un momento de desolación.
Estaba en la "enfermería", derrotado, impotente y cabreado. Era como un castigo, autoimpuesto, por una prudencia que rozaba la supervivencia. Pero, de repente, tras tomar una deliciosa granadilla (quizá algo dulce hacía falta en esa mañana), decidí afrontar el reto y sus consecuencias: aún quedaba mucho Jorge para dar guerra.
Y es que la noche anterior lo había pasado realmente mal. El gemelo volvía a estar débil y casi dijo basta en el camino hacia San Pablo Valera, un precioso y acogedor pueblo situado en la ceja de la selva amazónica. Tras bajar de Kuélap caminando, los autobuses nos llevaron hasta el punto más cercano a nuestro destino final. El resto, había que hacerlo a pie. Al principio, todo bien, pero el cargar con una mochila en la que llevábamos todo lo necesario para sobrevivir tres días y la pendiente, que poco a poco fue creciendo, empezaron a hacer estragos. Muy pronto el gemelo empezaría a quejarse, llevándome hasta la cola de los quetzales, un grupo ya alcanzado por el siguiente, que se encontraba muy bien de fuerzas. Paso a paso, no había salida posible, tuve que avanzar, a mi ritmo, soportando todos esos obstáculos, al que se le sumó un terrible dolor de mis dos hombros, con sendas contracturas, y eso que mi mochila iba más bien vacía. Sin embargo, estas situaciones siempre suelen encontrar algún tipo de solución, que normalmente reside en nuestro interior: en esa noche me guié por los astros, maravillosos, que se podían ver en abundancia en esas selvas alejadas de las grandes ciudades. Ellos me acompañaron e ilustraron un trayecto más bien oscuro. Me quedaría con un detalle que supera increíblemente todo el sufrimiento, y es la oscuridad que presentaba la montaña frente a la escasa luz del cielo, pudiendo apreciar ese maravilloso azul nocturno. Y así llegué a San Pablo Valera, pueblo que nos recibió con colores, petardos, músicas y bailes: todos sus habitantes nos esperaban en la plaza principal. Ahí, exhausto, sintiendo todos y cada uno de mis músculos doloridos al dar un simple paso, tomé la decisión de no emprender, al día siguiente, la marcha hacia la catarata de Gocta. Estaba realmente mal y lo único que me alivió fue una interesante conversación que mantuve con los lugareños sobre la catarata: por lo menos, ellos ilustrarían ese paisaje que me iba a perder.
Por la mañana la decisión parecía incluso más sólida. Estaba convencido de no arriesgar. Jesús Luna, gran amigo, me dijo que me veía mala cara, y precisamente esa cara era una mezcla de cansancio, dolor (aunque éste había remitido ligeramente) pero, sobre todo, lástima por no poder emprender la marcha.
Sin embargo, como comentaba al principio, surgió ese pequeño hilo de esperanza y opté por caminar. No podía perderme la tercera catarata más grande del mundo. Era el momento de disfrutar y, aunque hubiera que hacer un pequeño sacrificio, merecería la pena.
Los quetzales (primer grupo) ya habían salido, por lo que me acompañaron las águilas, el segundo en cuanto a fuerzas (jaguares, águilas y quetzales, en este orden). Poco a poco íbamos adentrándonos en la selva: pudimos ver gran cantidad de plantas y flores, así como también cruzamos un puente colgante. Y así descubrimos el primer salto de la catarata, impresionante; parecía mentira que nos esperase uno segundo, casi el doble de grande que éste. Poco después de deleitarnos frente a esta maravilla de la naturaleza empezamos un descenso muy pronunciado en el que nos encontramos algunos enterramientos de la cultura chachapoyas. Llegamos hasta lo más bajo del valle, con las fuerzas más bien escasas, pero éstas se dispararon al contemplar esa maravillosa, increíble y enorme cascada, en la que, a través de tantos metros de caída, el agua, dirigida por el viento, se descomponía en pequeñas gotitas. No tenía bañador (esta prenda no se encontraba entre lo básico para sobrevivir), pero el lujo de bañarme (en ropa interior) en la pequeña laguna que se formaba a los pies de la catarata, con sus gélidas aguas, fue una sensación inigualable.
Ya con las pilas cargadas por haber estado en un lugar tan positivo, nos dirigimos hacia Cocachimba, meta de nuestro recorrido, y en nuestro camino, de nuevo, tuvimos que enfrentarnos a una muy prolongada y pronunciada cuesta que se hizo interminable para muchos. Llegando al pueblo, algunos guías nos ofrecieron caña de azúcar: nunca olvidaré ese dulce sabor al morder aquel tallo. Y así, con los últimos destellos del día, culminamos nuestra aventura. Con los pelos de punta, elevando las manos hacia el cielo, dediqué esta caminata a tres personas, importantísimas para mí, y tímidas lágrimas poblaron mi rostro, por primera vez, al acabar una caminata en Ruta Quetzal BBVA. Estaba completamente derrotado, pero mejor que nunca, contento por haberlo logrado. Sin duda, el esfuerzo había merecido la pena.

sábado, 30 de julio de 2011

Perú (I): llegada y primer gran desafío

Queridos lectores, tengo que contaros una gran experiencia que he vivido durante los meses de junio y julio de este 2011. En esta ocasión, como en muchas otras, he tenido el privilegio de acompañar a Ruta Quetzal BBVA en su viaje por Perú, Portugal y España, viviendo una infinidad de buenos momentos, así como descubriendo a cientos de personas inolvidables que ya se han ganado un buen rinconcito en mi corazón.
Después de visitar un país tan diverso como el que este año hemos recorrido en América, estoy obligado a declararme un auténtico "perulero", como aquellos Españoles que iban al Perú y regresaban enriquecidos: todos esos momentos, que se volvieron en mi archivo más íntimo, tienen un valor incalculable.
La primera escala de nuestro viaje fue Lima, en la que Alan García, Presidente de Perú, recibió a la expedición en el Palacio de Gobierno. La capital es una ciudad preciosa, destacando su plaza de Armas, punto de obligatoria parada, en la que me hubiera encantado entrar a la Catedral, que estaba cerrada: allí fue donde trabajó mi paisano Tomás de Torrejón y Velasco, Maestro de Capilla, que fue quien escribió la primera ópera en el Nuevo Mundo, titulada "La púrpura de la rosa", con libreto de Pedro Calderón de la Barca. También tengo constancia de que otro paisano mío, el virrey Morcillo, está enterrado en este lugar.
Posteriormente recorrimos el desierto moche, conociendo no sólo la cultura que le da nombre, sino también otras como chimú o sicán. Muy imporante sería nuestra estancia en Huanchaco y el descubrimiento de la embarcación típica de pesca en este lugar, los caballitos de totora: conocimos su fabricación y también pudimos comprobar la sensación del pescador al navegar en ellos, eso sí, con alguna ola traicionera del Pacífico que nos caló con sus aguas frías.
Pasaron los días, con alguna que otra visita de Moctezuma, y llegó el primer gran desafío: ascenderíamos desde Tingo hasta Kuélap, una ciudadela de origen chachapoyas. El camino fue de gran dificultad, puesto que el desnivel a salvar era de más de mil metros en tan solo diez kilómetros de recorrido. Precisamente en los últimos instantes la pendiente se dispararía, sumándole a ello la gran altitud y el cansancio acumulado: era imposible dar más de cinco pasos seguidos sin parar para tomar un respiro. Pero ahí estaba, a tres mil metros de altitud, la ciudadela de Kuélap, esperando a los ruteros. La llegada fue impresionante: allí nos esperaba una banda de música y varias agrupaciones de bailes típicos para darnos la más acogedora bienvenida. Estábamos entre las nubes, divisando una gran cantidad de preciosos paisajes a nuestros pies; no me cansaba de tomar fotografías, porque cada vez que miraba en cualquier dirección descubría una instantánea increíble.
No me gusta entrar en comparaciones, pero Kuélap está al nivel de cimas míticas, como Machu Picchu: se encuentra a más altitud, tiene una mayor antigüedad y cuenta con las casas típicas de la cultura chachapoyas, con forma circular.
Lo principal es que fue una visita inolvidable. Costó mucho llegar hasta este lugar pero, de verdad, el esfuerzo mereció la pena. Encontrarme en los últimos metros de subida y divisar cada vez más cerca la muralla era un impulso extra de energía que me ayudaba en este desafío.

Aquí os dejo el enlace con la colección de todas las crónicas para La Tribuna de Albacete.


lunes, 13 de junio de 2011

Sobre las "democracias"

Copaba la mayoría de las páginas de temas internacionales. Se había convertido en la noticia más actual, relevante y citada durante varios meses. Tan solo relegada a un segundo plano durante unos días por la catástrofe japonesa, acompañada del alto riesgo nuclear, la dictadura de Gadafi, sobre la que corrieron ríos de tinta, en la que se han vulnerado claramente los derechos humanos del pueblo, debe llegar a su fin. La intervención internacional ha sido clave en el desarrollo del conflicto, luchando frente a un opresor del que solo en las semanas más recientes se han destapado las atrocidades cometidas, pero estoy seguro de que las hubo, en gran cantidad e incluso más crueles, en un pasado. Ése es el sistema dictatorial: o acatas mis normas o te corto el cuello.

Vemos el conflicto desde la lejanía, quizá recientemente no tanto debido a la participación de algunas unidades de nuestras tropas, mas todo este aluvión informativo que recientemente ha llegado hasta nuestros oídos me hace reflexionar sobre el estado de nuestra democracia, concluyendo que no estamos tan lejos de una dictadura: hemos progresado, dando pasos gigantes, pero todavía queda mucho camino por hacer. El primer síntoma de debilidad es que muchos de los pertenecientes a la clase política están encausados por la justicia por tramas de corrupción, y rara es la quincena en la que no se destapa alguna nueva artimaña para robar al pueblo, quien anteriormente confió en ellos; generalizar no es bueno, pero está claro que muchos nos están tomando el pelo y no lo podemos permitir. El segundo no es otro que los terroristas no cesaran en su intento de presentarse a las elecciones, conscientes de que muy probablemente acabarían consiguiendo su objetivo. Otro rasgo más de esta débil democracia es la incapacidad de gobierno y oposición para ponerse de acuerdo en los temas más importantes que son determinantes para el desarrollo de nuestro país: que yo recuerde, la última vez que las opiniones de Rajoy y Zapatero coincidieron en algo fue para apoyar a Alberto Contador, al que yo también mando mis ánimos, pero éste es un tema de menos importancia si tenemos en cuenta los hechos que están sucediendo; si no contamos con un gobierno fuerte, capaz de unir a los dos grandes partidos políticos de nuestro país para los temas de mayor trascendencia nacional, no llegaremos muy lejos. Finalmente, uno de los mayores disgustos que me ha creado la reciente crisis es la facilidad para impulsar los recortes en la educación: nunca está de más la inversión en la formación de los que serán los próximos responsables de la salud económica del país pero, obviamente, ésta es una medida a largo plazo que ningún interés electoral despierta en la política: queremos pan (votos) para hoy y hambre (propiamente dicha) para mañana.

Sin embargo, creo rotundamente que no está en la clase política (dicen que el poder corrompe, aunque eso no los exculpa de la situación en que nos tienen inmersos) la raíz íntegra de la debilidad de nuestra democracia. Día a día nos hemos acostumbrado a un sistema de chantajes, enchufismos, hipocresía y falsedad: el qué dirán se ha convertido en la mayor preocupación de la sociedad, por encima incluso de hacer las cosas bien. Ya no es ser la mujer del César y tener que parecerlo, sino más bien intentar parecer lo que en verdad no se es. Tampoco se usa la dialéctica para convencer, sino la opresión: como soy más poderoso que tú, debes hacer esto o lo otro porque, de lo contrario, sufrirás las consecuencias; me da igual tu opinión, ya que lo harás porque te obligo y no porque sea positivo. Y no me refiero solo al ámbito empresarial, sino también al educativo, al familiar (violencia de género) y, en general, impera en cada una de las acciones llevadas a cabo en sociedad. Conseguir un puesto de trabajo significa intentar engañar a tus futuros jefes, aparentando ser el empleado perfecto y buscando algún amiguete que te facilite la labor: recuerdo cómo en una entrevista, hace varios años, me preguntaron quiénes eran mi padre y mi madre, quizá por miedo a que fueran demasiado poderosos y pudieran aplastarlos; simplemente respondí que no les interesaba, porque el que trabaría para ellos sería yo… no me co.

Tener una sociedad democrática significa ser libres de poder decir lo que sentimos, sin miedo a la opresión y a sus posibles consecuencias; de lo contrario, o bien sufriremos constantemente represalias, o la hipocresía invadirá necesariamente nuestras palabras. El gobierno del pueblo se debe construir desde cada una de nuestras experiencias personales, respetando y valorando todas las opiniones que se nos ofrezcan. Los cimientos de la democracia están todavía por construir, mas se encuentran en las manos de todos y cada uno de nuestros ciudadanos. Por una sociedad libre, sincera y dialogante.

El movimiento 15-M, entre otras reivindicaciones, no pide nada más que sanear nuestro sistema político y social, que la honradez prime sobre los intereses personales y que las minorías, aunque sean eso, minorías, sean escuchadas. Tengo el sueño de que todas sus propuestas sean consideradas muy seriamente por los gobernantes, así como espero que se recupere la tradicional forma de hacer política: que se tenga más en cuenta el pueblo, cuyos intereses son los que deberían primar, trabajando los gobiernos para sus ciudadanos y no en sentido contrario. Que la gente debata, se reúna al atardecer o cuando lo estime necesario para luchar por su futuro, que aporte ideas, y que éstas no se pierdan en trámites burocráticos. Este sistema (sueño, de momento), suena bien, muy bien… queridos lectores, espero vuestras propuestas en forma de comentarios.

viernes, 15 de abril de 2011

Un día de ensueño


Queridos lectores, hace varias semanas hice una excursión en familia que nunca olvidaré. En ella, se cumplió uno de esos sueños de la infancia que siempre se persiguen, aunque a veces, con el ajetreo de la vida diaria y la gran cantidad de nuevos proyectos en mente, lamentablemente se olvidan.
La verdad es que nunca llegamos a conocer al cien por cien nuestra tierra, y siempre nos tiene guardada alguna que otra sorpresa. Una de mis más grandes aficiones es ésa: ver pueblos, recorrer caminos, hablar con las gentes, a lo largo de la provincia de Albacete. Es muy positivo correr por el mundo, visitar países, acercarse a sus culturas, pero también creo muy importante saber de tu tierra, encontrar esa afinidad entre tú y los campos que te vieron nacer.
Así, nos desplazamos hacia la zona sur de la provincia que, una vez más, nos ofreció una serie de paisajes increíbles. Sin embargo, había algo que había visto tímidamente en alguna foto, pero quería contemplar con mis propios ojos: una cascada que tenía una altura considerable (entre 7 y 8 metros), formando un pequeño lago a su caída. Costó llegar al lugar, ubicado en las cercanías de la localidad de Bogarra, pero al final alcanzamos nuestra meta, deleitándonos ante la belleza de este salto de agua. Cómo no, no había que desperdiciar la oportunidad de bañarse en semejante lugar, por lo que, a pesar de que la temperatura del agua no era precisamente cálida, nos dimos un muy buen baño. Antes de entrar en el pequeño lago, vimos una pequeña culebra de agua, a la que no pudimos fotografiar, porque rápidamente huyó de nuestros objetivos. El agua estaba fría, muy fría, pero iba a bañarme bajo una auténtica cascada, como las que aparecen en las películas. Al acercarme, el potente ruido de cada una de las gotas al caer sobre la superficie horizontal me aisló de cualquier tipo de sonido del exterior. Y así, de espaldas, una ducha de agua bien fresquita cayó sobre mí. La sensación, increíble; no hay palabras para describirla. Sin duda, un sueño hecho realidad.
Mas ahí no acaba la historia, porque nos indicaron que, siguiendo una senda, descubriríamos muchas otras cascadas. Y así fue: por un camino invadido en muchos tramos por la maleza, con pendientes muy abruptas, nos encontramos con varios saltos más y con una auténtica joya, de unos treinta metros, preciosa. Lástima que las fotos no salieran bien: en verdad, así guardamos el compromiso de volver a este mágico lugar. De todas formas, os dejo una de esta última cascada, realmente impresionante.
Para finalizar el día, contemplamos una vista magnífica desde el mirador del diablo, en Aýna (según la nueva ortografía, a este municipio se le permite la tilde en la y), sobre la "Suiza manchega".

jueves, 3 de marzo de 2011

Sierra de las Cabras (III): la cumbre

Cuando a un aventurero se le mete algo entre ceja y ceja es muy difícil interceptar su camino. Tendrá más o menos contratiempos, le costará en muchos casos un esfuerzo considerable pero, si no consigue su meta, estará contento porque habrá hecho todo lo posible y más por alcanzarla.
Después de haber disfrutado aquella mañana de enero en la Sierra de las Cabras, luchando contra la nieve, los resbalones, el viento, el frío y la gran pendiente, acabé contento, puesto que los resultados habían sido muy buenos (se alcanzaron los 1900 metros de altitud), pero me quedaba un mal sabor de boca por no haber llegado a la cima, el techo de la provincia de Albacete. El temporal me había jugado una mala pasada.
Así que, de nuevo, esta vez conociendo ya el terreno por la pasada experiencia y con una muy buena compañía, emprendí la marcha hacia lo más alto de la Sierra de las Cabras. Me reencontré con esa fuente, de la que una vez más no dudé en beber agua, ya que me encanta, cuando llego a un lugar, probar su agua. Los primeros metros, de nuevo, eran muy duros, con pendientes rondando porcentajes cercanos al cincuenta, mas el día era muy bueno, con una temperatura prácticamente primaveral y un sol espléndido. La pendiente no hacía más que crecer, por lo que tomé la decisión de desviar ligeramente la ruta hacia la izquierda, aunque la cima estuviera a la derecha, para buscar zonas más suaves, con la sorpresa para los montañeros que descubríamos esta sierra de encontrar un recorrido, que no camino, puesto que seguía siendo monte puro, por un arroyo estacional ahora seco, marcado con montones de piedrecitas. Este recorrido nos cambió las caras de esfuerzo y, si bien la caminata seguía siendo considerablemente dura, ahora no lo era tanto. Muy pronto aparecieron algunos neveros y, queridos lectores, en estos casos hay que hermanarse con la madre naturaleza: si hay barro, a la cara y, si hay nieve, pues también. Además, las propiedades de estos elementos son muy buenas para la piel. Ya en lo más alto de la montaña que estábamos ascendiendo, nos dirigimos por una ruta muy suave hacia La Atalaya que, con 2084 m de altitud, es el pico más alto de la provincia de Albacete. Fotos (incluyendo en una la bandera del III Centenario de la Feria de Albacete), abrazos, gritos, ¡lo habíamos conseguido! El viento hacía que la sensación térmica fuera menor, la nieve enfriaba el ambiente y había que abrigarse para no pillar un buen trancazo, aunque de poco nos sirvieron los abrigos a dos cabras locas (más adelante se verá). Siguiente paso, muy fácil, encontrar el geocaching escondido cerca de la cima: la ilusión por encontrar este caché en este precioso lugar y, además, ser el primero en hallar su escondite, fue enorme. Mis compañeros de caminata estaban cansados y preferían tomar fotografías, así que, en solitario, decidí ampliar mi recorrido un kilómetro más para llegar al vértice geodésico de Las Cabras, a 2081 m de altitud. A la vuelta, lo dicho, dos cabras locas, ropa fuera y, ¡a nadar en la nieve! El cuerpo fundido con la naturaleza, eso sí, durante no mucho tiempo, que hacía frío. Las vistas desde lo más alto eran impresionantes: nieve en las cumbres cercanas, descubrimos al norte el Calar del río Mundo, así como al sur La Sagra y, más al fondo, Sierra Nevada.
La bajada fue muy agradable, después de reponer fuerzas con una muy buena comida, eso sí, intentando no resbalar ante las pronunciadas pendientes.
Fue un día muy bueno, pasándolo en familia, consiguiendo el enorme reto que nos habíamos propuesto, hermanándonos de nuevo con la naturaleza y descubriendo estos parajes tan especiales que encierra la provincia de Albacete. Además, por unos momentos, fuimos los reyes de Albacete, es decir, las personas ubicadas a más altitud en toda la provincia. Sin duda, habrá que repetir con más asiduidad esta experiencia montañera.

miércoles, 23 de febrero de 2011

Nuestro parque

Hoy cumples cien años, cargados de cientos de historias que han sucedido entre tus árboles, por tus paseos y junto a tus fuentes. Corazones gemelos que se han mirado por primera vez a los ojos, niños soñando, imaginando, llenando de vida sus juegos, asiduos lectores a la prensa diaria en tus bancos o atletas preparándose para las más complicadas pruebas. Has sido testigo de todo esto y mucho más, convirtiéndote en un auténtico símbolo de Albacete.
Desde pequeño, ya albergabas mis cientos de ilusiones, cuando por la mañana iba al colegio, situado en tu corazón. Era un auténtico privilegio salir en cada recreo al parque, mejor que al patio, a correr, jugar, compartir y disfrutar rodeados de este gran tesoro de nuestra ciudad.
Hoy en día sigues siendo habitual compañero de camino, más bien de carreras, pues salir a entrenar al parque es uno de los grandes placeres que pueden vivirse en nuestra tierra. Te encuentras con la gente, sientes la naturaleza cercana a ti; y mucho más cuando acaba de llover, con la tierra mojada, a veces con barro, y ese característico olor de las tardes lluviosas.
Pasear también es uno de los grandes privilegios que nos brinda nuestro céntrico vergel, con ese trinar de los pájaros, la frescura de las fuentes, la alegría de los más pequeños de la casa, revoloteando por todas partes y la vida de la ciudad concentrada en este lugar.
Albergas un tesoro de geocaching, esa divertida práctica de GPS (ver entrada Geocaching), acogiste a nuestro gran representante en "la roja", Andrés Iniesta, para celebrar la consecución del Mundial, eres testigo en primer plano de la salida de todas y cada una de las cabalgatas de apertura de nuestra Feria, y disfrutas con los acordes de las bandas de la provincia en tu templete, en los meses de verano; pero más allá de actos o hechos que puedan ser, en cierta medida, relevantes, todos y cada uno de los albaceteños guardamos una pequeña historia, acompañada de muy bonitos recuerdos, relacionada contigo.
Eres un lugar para el descanso, la reflexión, el deporte, la amistad, la música y la vida en general, y por eso te llevamos en nuestro corazón. Ojalá que tú, Parque de Abelardo Sánchez, vivas muchos más centenarios.

jueves, 3 de febrero de 2011

Sierra de las Cabras (II)

Aquí os dejo unos vídeos que hice durante la marcha por tan bello paraje.

sábado, 29 de enero de 2011

Sierra de las Cabras (I)

Hay retos que es necesario afrontar tarde o temprano. Muchos de ellos, simplemente, llegan y hay que luchar por superarlos, pero hay otros que nacen dentro de nosotros mismos, y no descansamos hasta llegar a nuestra ansiada meta.
El Pico de las Cabras, el más alto de Albacete, venía siendo uno de esos desafíos que uno tiene pendientes. Difícil era el simple hecho de llegar hasta sus faldas, puesto que la distancia entre la capital y esta zona era muy grande; de hecho, hay que pasar a la provincia de Murcia para después regresar a zona albaceteña e iniciar la ascensión.
Recién terminados los exámenes, me propuse llegar hasta allí. Las nieves del temporal serían una dificultad y no sabía si por lo menos podría caminar algo, ya que las circunstancias climatológicas adversas puede que fueran un gran obstáculo.
Pues bien, llegué al lugar más cercano accesible en coche, Cortijos de la Carrasca, e inicié la ascensión, ya desde abajo nevando abundantemente. El GPS tan solo me marcaba una distancia horizontal de un kilómetro a la cima, pero no me podía fiar: estaba en la montaña, las pendientes eran muy grandes, caminar por la nieve no era nada fácil y no había camino, por lo que era preciso ingeniárselas para seguir adelante por la ruta más asequible. A la media hora, tan solo había reducido en veinticinco metros esa distancia de un kilómetro (eso sí, verticalmente había ascendido bastante). Precisamente en ese momento atravesé las nubes más bajas. La dureza del terreno era inigualable, estaba completamente mojado por la nieve derretida sobre mi cuerpo, pero el entorno que me rodeaba tenía un valor paisajístico incalculable. Subir, subir, subir... no había ni un respiro, e incluso teniendo que hacer breves sesiones de escalada por las rocas. La montaña se me atragantaba, pero seguía adelante.
Hasta que llegué al límite. Era una locura continuar. Las nubes estaban tan cerradas que era imposible ver más allá de diez metros, la nieve acumulada en el suelo me llegaba por la rodilla y las posibles "sendas" eran cada vez más escasas. Para colmo, una tempestad de nieve empeoraba la situación. Por ello, a una altitud de 1990 metros sobre el nivel del mar (puedo afirmar que, por unos momentos, fui la persona situada a mayor altitud en toda la provincia de Albacete), me detuve, disfruté de unos minutos de descanso vislumbrando lo poco que podía ver en mis cercanías y emprendí el descenso.
La bajada fue mucho más fácil. Si empleé dos horas y media en el ascenso, en el retorno al punto de partida, tan solo una. Durante buena parte del trayecto seguí mi senda, hecho que facilitaba la labor, puesto que las huellas se habían endurecido con el frío y evitaba muchos de los resbalones que había tenido en el ascenso. Hasta que perdí el rastro: sin embargo, no hay mal que por bien no venga, encontré un mejor recorrido, por lo que parece ser el cauce de un arroyo, que facilitó el regreso. Al finalizar mi aventura en solitario, la sensación de satisfacción por haberlo dado todo y haber disfrutado con estos momentos fue enorme.
Me quedo con las magníficas vistas, la tranquilidad, ese privilegio de escuchar el viento, la nieve caer sobre el suelo y alguna cabra a lo lejos, y la facilidad para, en la nieve, observar las huellas de otros animales (algunas aves, cabras y otro tipo de huellas que yo diría que eran de jabaĺí).
Ahora, a esperar el deshielo y de nuevo afrontar el desafío de llegar al techo de Albacete. Eso sí, lo haré acompañado. ¿Quién se apunta?
Os dejo unas fotografías representativas de lo que fue esta gran aventura y del espectacular paisaje que me acompañó: