domingo, 28 de octubre de 2012

A orillas del río Mersey (I)

Frío, mucho frío. Tras varias horas en la carretera, la llegada confirma el alivio en las extremidades, que empezaban a resentirse. Eso es lo que pensaba en el descenso del autobús pero, al poner pie en tierra, la temperatura ambiente, mucho menor que la londinense, me despistó totalmente. Segundos después, bien abrigado y tratando de recordar los mapas que había visto con anterioridad, llegó la hora de orientarme para comenzar a descubrir la tan conocida ciudad de Liverpool. 
La primera parada fue el museo del Mundo. Un lugar en el que la cultura inglesa demuestra, al igual que en el British de Londres, su pasión por la antropología. De este magnífico centro, al que al día siguiente regresaría para poder disfrutarlo un poquito más, me gustaría destacar su enorme acuario, con una infinidad de especies acuáticas, así como el códice Fejervary Mayer; recuerdo perfectamente la sensación de sentarme frente a este legado prehispánico y observar cada uno de sus detalles, porque estas piezas de increíble valor, son "muy bonitas" si las miras ligeramente, mas nos dejarán la sensación de belleza si les dedicamos un poco de tiempo. 
Seguidamente, en mis primeros pasos por esta ciudad, contemplé St. George's Hall, un extenso edificio neoclásico de planta rectangular. Continuando mi recorrido, descubro luces, mucho color, mientras el sol se va escondiendo más allá del río Mersey. Y, por fin, llego a otro de los lugares destacados: la Catedral católica, en un lugar elevado sobre el terreno al que se accede tras subir cientos de escaleras. El templo tiene planta circular con el objetivo de que hasta 2300 personas puedan participar en los oficios, así como se pueden destacar los juegos de luces presentes en él, muchos de ellos gracias a las vidrieras superiores. 
Tras contemplar una magnífica puesta de sol desde lugar tan privilegiado, la lluvia hizo acto de presencia en un día de condiciones climáticas muy variables, por lo que decidí no continuar el recorrido por la calle de la Esperanza para dirigirme hacia el albergue en el que pasaría la noche. 
Una vez instalado y sin lluvia, no dudé en dirigirme hacia el Albert Dock, un muelle a orillas del río Mersey, que destaca por haber sido uno de los puertos más importantes de Inglaterra. En el camino, tuve un primer encuentro con la Catedral Anglicana, así como con el barrio chino, el más antiguo de Europa, en el que los nombres de las calles se escriben tanto en inglés como en chino, donde había un arco que no me dejó indiferente (unos quince metros que hacen que sea el más grande del mundo, fuera de China, de los de su especie). 
Tras cenar, opté por acercarme hacia el universo de los Beatles, que llevaron el nombre de este lugar por todo el  mundo, y nada mejor para ello que "La Caverna", el conocido bar en el que comenzaron sus actuaciones. El visitante desciende por unas escaleras hacia una auténtica caverna, para encontrarse abajo con un muy buen ambiente en el que no suele faltar la música, muchas veces en directo. 
El día había sido muy largo y, para colmo, me pilló la nieve, lejos del albergue y sin paraguas. La mejor opción era regresar y descansar para continuar disfrutando de esta gran ciudad al día siguiente, hecho que os contaré en la próxima entrada.