domingo, 9 de octubre de 2011

DESPEDIDA EN LISBOA

Si nos remontamos un año atrás, dejábamos la capital portuguesa a través de ese gran Tajo, río ibérico por excelencia, navegando en el Galicia (precisamente para dirigirnos a la tierra que le da nombre). Esta vez estábamos haciendo el trayecto a la inversa, desde las tierras gallegas hasta la tan bonita ciudad, en el barco Castilla. De nuevo, algo de lo que creo nunca me cansaría, me volví a fascinar con la anchura del estuario de tan bello río, disfrutando con unas maravillosas vistas sobre algunos de los lugares más destacados del municipio. Así nos acercamos al puerto.
Era mi último día en esta increíble Ruta Quetzal BBVA 2011, y quería que fuera especial. Decidido a vivirlo al máximo, como cada uno de los anteriores, no podía partir sin guardar un preciado momento junto a las personas con las que había vivido tanto. Eso sí, antes de nada, había que solucionar un pequeño problema: el tren que me llevaría hacia Madrid, por la noche, salía desde la estación de Santa Apolonia y... ¿dónde se encontraría? Para sorpresa mía (¡suerte infinita!), pasamos precisamente en autobús por su puerta, nada más desembarcar, a escasos metros del barco, hecho que me permitiría pasar el día entero junto a mi querida expedición y tomar mi camino al acabar la jornada.
Sobre el recorrido, destacar la Praça do Comercio, lugar importantísimo en el que estuvo el Palacio Real, con su característico color amarillo presente en sus edificios. También una exposición con cuadros sobre el fado (nada mejor para acercarse a las tradiciones portuguesas) y, finalmente, la playa de San Juan, preciosa, increíble, con ese océano Atlántico a nuestros pies que ha sido el culpable (bendita culpa) de que España y Portugal estén tan unidas con América.
Por supuesto, no podía faltar el deleite máximo de la capital lisboeta, el monasterio de los Jerónimos, con su característico arte manuelino, sin olvidarnos de ddegustar los famosos pasteis de Belem; como curiosidad, citar que se deben tomar calientes.
Para concluir, una visita al monumento a los Conquistadores y a la torre de Belem.
Del resto, citar que fue una despedida mágica en la que sentí, de nuevo, que no nos separábamos porque, para siempre, tendríamos este lazo común creado durante tan buenos días.
PD: como fotografías, os dejo las que tomé en este día junto a algunas de las personas que más importantes fueron para mí en esta ruta (no están todos).

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