viernes, 4 de octubre de 2013

ONCE DÍAS DE FERIA

Retomo la actividad en el blog con una entrada muy especial: este año, desde hace muchísimo tiempo, he podido estar en Albacete todos los días de Feria, aprovechando para tomar fotografías de este gran evento manchego. Por ello, comparto con vosotros una foto por cada día:
07/09/13. Sueños que brillan:
 08/09/13. Bailando en el agua:
 09/09/2013. Preparado para todo:
 10/09/2013. Artistas en el recinto:
 11/09/13. El centro del universo albaceteño:
 12/09/13. La familia de botijos y vecinos:
 13/09/13. Quijote también se apunta:
 14/09/13. La mirada ebria:
 15/09/13. El paseo de la ilusión:
 16/09/13. Reflejo al pasado:
 17/09/13. La luz que vino al día:

Estas fotos son un pequeño reflejo de lo que los albaceteños hemos podido ver durante estos magníficos días. Sin embargo, no hay nada como conocer la feria en vivo, así que os invito a que vengáis, si todavía no lo habéis hecho, el año que viene.

jueves, 25 de abril de 2013

Volando en Dover

Apenas quedaban unos días para que acabara esa gran experiencia que fue mi año Erasmus en Inglaterra. La parte más dura de los exámenes, que bauticé el "Torumalet" (sí, toru, en honor a los toroides y sus coordenadas de Plasma), me había dejado algo cansado, con siete exámenes en dos semanas, cinco de ellos en los cinco últimos días. Sin embargo, la ilusión por conocer nuevos lugares, algo que espero que nunca se agote, seguía intacta en mi interior.
Esta vez me acompañarían en el viaje Ginesa y Manuel. Hacía unos meses, vinieron conmigo, por primera vez, a Londres. Muchas cosas habían cambiado en mí desde aquel descubrimiento de la gran ciudad. Ahora, era prácticamente un Londoner, sin renunciar a mi identidad manchega, y conocía algunos de los miles de rincones mágicos que la capital británica tiene escondidos. Así, con una firme determinación de caminar por lugares que ya eran familiares, les presenté esos tesoros que tanto me habían maravillado. Días después, realizaría junto a ellos mi última salida del año Erasmus por tierras británicas.
La humedad, una constante en la gran isla, era superior. Una campana repicando y el canto de las gaviotas nos daban la bienvenida. Nos encontrábamos en Dover, una localidad costera bastante tranquila muy cercana a la conocida Canterbury, que meses antes había podido visitar. Callejeamos un poquito, sin perder el rumbo a nuestro gran objetivo: los acantilados de Dover.
Ya me habían hablado bastante bien de este paraje, pero las palabras son poco para describir uno de los paisajes británicos que más me sorprendieron. Dos niveles en el horizonte: arriba, verde; abajo, azul. El escalón, completamente blanco. Enfrente, Francia. Y, junto al camino, decenas de caballos.
La senda era fascinante. Había alguna cuesta, pero merecía la pena hacer un pequeño esfuerzo para disfrutar de aquel lugar. Sin embargo, el día no estaba siendo muy benévolo con nosotros: llovía ligeramente, mas llevábamos chubasqueros y eso no suponía ningún impedimento.
De repente, subiendo una de las últimas cuestas de camino al faro, se levantó un viento enorme que por poco nos impulsa hacia el mar. Aquí suele soplar, y como muestra de ello podéis ver la forma de uno de los árboles que fotografié. Lo primero y más sensato que hicimos, fue tirarnos al suelo. Manuel, que se había quedado rezagado tomando fotografías, no comprendía qué estábamos haciendo. El viento cesó ligeramente, y Manuel se empeñó en seguir; mas no avanzaría mucho en su aventura, escasos metros, hasta darse cuenta de que era imposible continuar: el viento nos llevaba. Pasaron los minutos, y había que regresar, pero la velocidad del aire no había cesado. Nos reíamos (¡qué mejor que hacer!) pensando cómo íbamos a emprender el regreso en aquellas circunstancias. Agachados, haciendo fuerza, o como se pudiera, cada uno de nosotros fue capaz de llegar hasta un punto más tranquilo, para al final regresar a Dover.
Había sido un día mágico, disfrutado en familia y fascinándonos ante esta maravilla de los acantilados de Dover, así como sintiendo la fuerza de la naturaleza, que estuvo a punto de llevarnos con ella. Sin duda, una aventura para no olvidar.


domingo, 24 de febrero de 2013

A orillas del río Mersey (II)

Tras un descanso que buena falta hacía, me levanté temprano para aprovechar al máximo mi segundo y último día en Liverpool, ya que por la tarde regresaría a la gran ciudad, Londres. Mochila al hombro, me dirigí hacia la Catedral anglicana, que el día anterior había dejado pendiente por visitar tras verme sorprendido por la lluvia. Como curiosidad, la diseñó el arquitecto Giles Gilbert Scott, el creador de la tan conocida cabina de teléfono roja, uno de los símbolos de Inglaterra. Quedé maravillado por sus grandes vidrieras, ya que desde lejos parece no muy alta en comparación con su torre, elevada 101 metros, pero una vez en su interior se pueden valorar mejor estos detalles.
Seguidamente, de nuevo mis pasos me llevaron hacia el Albert Dock, para conocer este lugar algo mejor, así como para buscar algunos "tesoros" del juego de geocaching. Curiosamente, en las cercanías de un caché me encontré con una pareja que me preguntó "are you looking for the same as me?", es decir, "¿estás buscando lo mismo que yo?"; obviamente, como me habían visto manipulando mi GPS, habían deducido que era otro buscador de cachés. Eran de Gales y se habían desplazado hasta Liverpool para animar a su equipo de fútbol, que jugaba un partido muy importante por la tarde.
Continué mi camino de forma paralela al río Mersey, descubriendo una serie de vacas bastante graciosas, así como visitando el Museo Marítimo y el Museo de Liverpool. Sin duda, como conclusión, podemos decir que hay cinco ejes fundamentales para comprender la idiosincrasia de esta ciudad: el puerto, el fútbol, la interculturalidad, la música y la arquitectura.
Precisamente, posteriormente me dirigiría hacia la tienda oficial del Liverpool, que esa mañana estaba muy frecuentada por aficionados expectantes ante el partido de la tarde. Allí me acordé de españoles que han formado parte de las filas de los "reds", como Rafa Benítez, Fernando Morientes, Fernando Torres y uno que todavía juega allí, Pepe Reina. Como recuerdo, adquirí una bufanda con el nombre de este último.
También pude conocer de cerca Saint Lukes Church, una iglesia que quedó muy dañada por un bombardeo en la Segunda Guerra Mundial y así ha permanecido hasta nuestros días.
Finalmente, regresé al Museo del Mundo. Había disfrutado bastante recorriéndolo el día anterior y quería dedicarle algo más de tiempo.
Mi recuerdo de Liverpool estará formado por las mil variantes climatológicas que tuve, los mensajes pintados en las casas que incitan a la reflexión, una ciudad con historia que merece la pena recorrer y, por supuesto, el lugar que regaló al mundo un grupo como los Beatles. El regreso, prometido.
Para concluir, os dejo una reflexión de los mensajes que citaba anteriormente: "la persona media piensa que es más inteligente que la media. ¿Piensas que eres más inteligente que la persona media?"