domingo, 22 de noviembre de 2009

LOS SILOS DE BURJASSOT

Hace un tiempo, leyendo uno de los magníficos 46 ejemplares de los Episodios Nacionales, escrito por Benito Pérez Galdós, descubrí una alusión a la localidad que, se podría decir, ya es mi segunda casa: Burjassot. El libro era "La Campaña del Maestrazgo", y en este fragmento se relataba cómo las tropas del General Cabrera, carlistas, se preparaban para iniciar el asalto a Valencia.
Así, estas letras despertaron en mí la curiosidad por descubrir algo que había oído hablar de lejos, citar en alguna ocasión, pero que el tiempo quita de tu memoria: los silos de Burjassot y la adyacente ermita de San Roque.
Me imagino que os preguntaréis, queridos lectores, qué es un silo. Pues bien, estos lugares son construccciones que se hacían antiguamente para almacenar el grano. La particularidad de los de Burjassot es que son subterráneos. Los silos (en valenciano, sitges), fueron construidos en 1573, y desde entonces han acompañado a Burjassot en su historia, como refleja Benito Pérez Galdós en el fragmento anteriormente nombrado:
"Por de pronto, allá iban todos, prisioneros y vencedores, hacia Valencia, y ya que para embestir a esta grande y fuerte ciudad no tenía Cabrera poder bastante, se plantó en Burjasot, lugar cercano, para verla al menos y que ella le viese. Aunque de escaso relieve, la eminencia en que está fundado aquel pueblo es como atalaya que domina la huerta feracísima, y a lo lejos el apretado caserío de la ciudad, guarnecida del verdor perenne de los naranjos, y destacando sus torres y chapiteles sobre una espléndida faja de mar azul [...].
Habían dispuesto celebrar la comilona en aquella parte culminante del pueblo, formada de terreno calizo, bajo el cual se extienden los famosos silos o graneros subterráneos para depósito de cosechas. La iglesia de San Roque, objeto de gran devoción, situada también en la eminencia y no lejos del pueblo, encara su frontis hacia Valencia y el mar, como recreándose en tan bello panorama."
Pues bien, esta tarde de domingo he decidido saciar mi curiosidad y visitar los silos, llevándome una gran sorpresa al descubrir rincones de un gran valor a no más de doscientos metros de mi segunda casa. Por cierto, el lector atento habrá destacado la palabra atalaya en la cita anterior... mi intuición me dice que no vivo demasiado lejos de ella... pero esa historia será contada otro día.