miércoles, 26 de octubre de 2011

Geocaching para todos

Queridos lectores, tengo que contaros hace algo más de un mes encontré mi cache número cincuenta. Ahora hace dos años que empecé a hacer geocaching, y aquí os dejo unas notas sobre esta actividad.
Qué es
Según sus gestores, "es un juego de alta tecnología para encontrar tesoros, en el que juegan aquellos a quienes le gusta la aventura". En efecto, a través de la página de Geocaching, se pueden buscar los más cercanos a la zona en que se desee practicar; además, también ofrece la opción de utilizar Google Maps para una mejor orientación. En gran cantidad de ocasiones, la caja contiene, además del libro de visitas (cuaderno en el que se firma para certificar que se ha encontrado) algunos regalos que anteriores visitantes han dejado; por ello, muchos suelen hacer un intercambio. De todas formas, lo más importante del geocaching es la propia búsqueda y lo más gratificante es encontrar el cache, tarea, en ocasiones, nada fácil.
Qué se necesita
Lo más importante, para poder practicarlo, es disponer de acceso a Internet, para obtener las coordenadas y las pistas del tesoro. También es muy recomendable disponer de un GPS, aunque algunas personas prefieren, en determinadas ocasiones, recordar el mapa visionado en Internet y dejarse llevar por la orientación.
Motivaciones

Al visitar un lugar nuevo, puede que haya muchas cosas interesantes que nos dejemos sin visitar por, ni siquiera, saber de su existencia. Dado que los encargados de poner y realizar el mantenimiento de un cache suelen vivir en las cercanías de él, en gran cantidad de ocasiones los ubican en monumentos, edificios, miradores... en definitiva, lugares destacados. Además, suelen adjuntar a la descripción del cache una breve reseña cultural de la zona.
Otra motivación es la aventura, porque muchos se encuentran en la naturaleza, y además puede que requieran un esfuerzo extra para llegar a ellos.
Por supuesto, haciendo geocaching mejorará tu orientación. Un ejemplo que me gusta señalar es que, el ser humano, si no está acostumbrado, no sabría indicar una distancia de cien metros, tanto en la ciudad como en la naturaleza.
Y, cómo no, se desarrolla la intuición, porque los tesoros pueden estar escondidos en cualquier lugar, siendo muchas veces de gran ingenio.
¿Cómo lo conocí?

Como muchas otras cosas, en Ruta Quetzal BBVA. Nos situamos en la expedición 2007, en Cuenca. Una de las actividades que el ayuntamiento organizó para la ruta fue ésta. Al regreso a casa, no tardaría mucho en documentarme y registrarme. Eso sí, pasarían unos años hasta que, recién comprado un GPS, comencé a buscar cajitas.
Caches destacados
El primero, por supuesto, que fue en el parque La Pulgosa (GC1GG8Q), en Albacete. Preciso es citar el de la playa de Los Muertos (GC23JV1), en Almería, con unas magníficas vistas sobre este mágico lugar. ¿Y aquel caracol, en el Retiro (GC2JCAK), que tenía dentro el libro de visitas? O el dedicado a Andrés Iniesta (GC2FHQ7), en Fuentealbilla, así como aquel espectacular (aunque de difícil acceso) cache, en las cercanías del castillo de Chinchilla (GC1JKGD)...
Sin embargo, aquí os pondré el top 3, con los hallazgos más destacados para mí:
3 Por el día que pasamos y también por ser mi primer (y hasta ahora, único) FTF (primero en encontrar, del inglés First To Find), el encontrado en las cercanías del pico de las Cabras (GC2G4E1).
2 No puedo olvidarme de un recipiente en el que ponía "Peligro" pero, a sabiendas de que era un cache, lo levanté, y ahí estaba el objetivo.
1 El que más gusto me ha dado. Fue algo duro tanto llegar a él, pero realmente mereció la pena. Se ofrecían las coordenadas de la playa desde la que se podía ver aquella isla, en Baleares (GC2CWWX). También había un mapa del tesoro, el cual memoricé. Así, me puse a nadar, hasta llegar a la isla, escalé con manos y pies desnudos, me resentí un poco al andar descalzo... y costó. La memoria fue un poco traicionera pero, en el último momento, cuando iba a tirar la toalla, pude visualizar con claridad, en mi mente, el mapa, llegué a la zona y, ¡por fin!, lo encontré.

Espero que os haya resultado agradable la lectura sobre el geocaching y que os animéis a practicar este entretenido juego.




martes, 18 de octubre de 2011

En medio del Mediterráneo

Tras la magnífica experiencia compartida de nuevo junto a Ruta Quetzal, me dirigí, con apenas un par de días entre una y otra aventura, hacia Mallorca para comenzar la beca JAE Intro (Introducción a la investigación), del CSIC. Allí estaría dos meses, durante los cuales mi trabajo se centró en el estudio de las propiedades de las redes y, más en contreto, las sociales (que no sólo incluyen las cibernéticas, sino las de amistad, viajantes, científicos o actores). Ésta es una rama de la Física que no se estudia en la carrera y me pareció realmente interesante, pues sus aplicaciones son muchas y los modelos, en algunos casos, reproducen fielmente la realidad.
El comienzo no pudo ser mejor, puesto que tenía muchas ganas de realizar este viaje: un vuelo desde Albacete (ABC) hasta Palma (PMI), pudiendo disfrutar desde el aire de paisajes destacados como el parque de Abelardo Sánchez o las curvas que describe el Júcar a su paso por mi querida tierra. Muy pronto (apenas cuarenta minutos), en medio del mar, se divisaría tierra: una isla, ya conocida, pero apenas recordada (la visité siendo muy pequeño), estaba ante mí, y tendría dos meses para descubrir muchísimos de sus rincones. Lo primero que me sorprendería, en el trayecto desde el aeropuerto hasta el centro, serían unos coloridos molinos que sorprenden al observador por su tamaño y número.
De la capital, Palma, decir que tiene auténticos rincones preciosos. Uno de ellos es el castillo de Bellver, situado en lo más alto del bosque del mismo nombre, que ofrece, a una altura de cien metros sobre el nivel del mar, unas vistas privilegiadas sobre el municipio y su bahía. Muy pronto descubriría este mágico paraje gracias a mis compañeros de piso, que me ofrecieron la posibilidad de asistir a un concierto sobre música culta inspirada en el continente asiático en un atardecer inolvidable: Coral y Kai, muchísimas gracias por llevarme hasta allí.
Otro de los lugares que no pueden pasar desapercibidos ante el visitante es la catedral o seo, enorme. La descubrí, quedándome maravillado, en uno de mis primeros baños en la playa más cercana al piso en el que me alojé. También es preciso citar el Palacio Real, vecino de la seo que, si bien por fuera no parece ofrecer mucho, por dentro es una auténtica joya (recomiendo asistir al cambio de la guardia de honor, que tiene lugar el último sábado de cada mes al mediodía). Estas dos construcciones y sus alrededores hacen que la visita al centro de Palma sea única.
Un rincón que no podría olvidarme se encuentra en la plaza de España, junto al monumento en honor a Jaime I "El Conquistador". Allí, con un globo terráqueo y una veleta sobre su tejado, se encuentra una bella estación meteorológica, incluyendo los promedios de los parámetros que mide y una lista de distancias a los distintos municipios de la isla. La gente se junta para sentarse a sus pies, conversar, compartir experiencias y, de paso, hacer una pequeña predicción casera.
En esa misma plaza encontramos la estación del tren de Sóller, un ferrocarril de madera, clásico, que lleva a este municipio. Tuve la oportunidad de hacer este recorrido, en un trayecto que me llevó a este lugar, famoso por sus naranjas y su puerto, además de su magnífica iglesia, parada obligatoria para todo visitante.
Me gustaría también señalar el magnífico día que pasé en Alcudia, al norte de la isla, recorriendo sus estrechas calles empedradas, en el interior de la muralla, y pudiendo bañarme en una preciosa playa.
Y, por supuesto, querido lector, si visitas la isla de Mallorca, no te olvides de probar sus magníficas ensaimadas, deliciosas y de gran tamaño, pues realmente merecen la pena, así como visitar algunas de las tiendas gastronómicas por el centro, haciendo turismo de olores.
Todavía me queda por contaros la aventura en Cabrera, pero eso será en otra entrada.


domingo, 9 de octubre de 2011

DESPEDIDA EN LISBOA

Si nos remontamos un año atrás, dejábamos la capital portuguesa a través de ese gran Tajo, río ibérico por excelencia, navegando en el Galicia (precisamente para dirigirnos a la tierra que le da nombre). Esta vez estábamos haciendo el trayecto a la inversa, desde las tierras gallegas hasta la tan bonita ciudad, en el barco Castilla. De nuevo, algo de lo que creo nunca me cansaría, me volví a fascinar con la anchura del estuario de tan bello río, disfrutando con unas maravillosas vistas sobre algunos de los lugares más destacados del municipio. Así nos acercamos al puerto.
Era mi último día en esta increíble Ruta Quetzal BBVA 2011, y quería que fuera especial. Decidido a vivirlo al máximo, como cada uno de los anteriores, no podía partir sin guardar un preciado momento junto a las personas con las que había vivido tanto. Eso sí, antes de nada, había que solucionar un pequeño problema: el tren que me llevaría hacia Madrid, por la noche, salía desde la estación de Santa Apolonia y... ¿dónde se encontraría? Para sorpresa mía (¡suerte infinita!), pasamos precisamente en autobús por su puerta, nada más desembarcar, a escasos metros del barco, hecho que me permitiría pasar el día entero junto a mi querida expedición y tomar mi camino al acabar la jornada.
Sobre el recorrido, destacar la Praça do Comercio, lugar importantísimo en el que estuvo el Palacio Real, con su característico color amarillo presente en sus edificios. También una exposición con cuadros sobre el fado (nada mejor para acercarse a las tradiciones portuguesas) y, finalmente, la playa de San Juan, preciosa, increíble, con ese océano Atlántico a nuestros pies que ha sido el culpable (bendita culpa) de que España y Portugal estén tan unidas con América.
Por supuesto, no podía faltar el deleite máximo de la capital lisboeta, el monasterio de los Jerónimos, con su característico arte manuelino, sin olvidarnos de ddegustar los famosos pasteis de Belem; como curiosidad, citar que se deben tomar calientes.
Para concluir, una visita al monumento a los Conquistadores y a la torre de Belem.
Del resto, citar que fue una despedida mágica en la que sentí, de nuevo, que no nos separábamos porque, para siempre, tendríamos este lazo común creado durante tan buenos días.
PD: como fotografías, os dejo las que tomé en este día junto a algunas de las personas que más importantes fueron para mí en esta ruta (no están todos).

martes, 4 de octubre de 2011

Mi Reventón

Estaba siendo un año de grandes cimas, y no podía faltar ésta, una de mis favoritas, a la que siempre merece la pena llegar, puesto que ofrece una enorme cantidad de magia a todos los que saben descubrirla.
La primera sorpresa fue encontrarnos en La Granja, lugar de partida, a dos titiriteros, Julio Míchel y Salvador Lucio, subidos en un carro, tirado por unas mulas, tocando melodías para animar a todo el grupo. Seguidamente, hicimos un breve alto en el camino en Valsaín, junto a la casa de Manuel Iradier, para conocer su historia. Este explorador dedicó buena parte de su vida a recorrer muchos paisajes hoy en día pertenecientes a Guinea Ecuatorial, en particular el río Muni (río del peligro).
Y, tras este receso para la historia, comenzó el desafío físico, primero por un muy agradable bosque acompañados por un riachuelo para dar lugar más adelante a una serie de arbustos en el paisaje. Y ahí llegó la primera variante frente a mis dos anteriores subidas a esta cima: lo que venía siendo un día muy agradable se convirtió en una tormenta; sin embargo, en ruta, no nos detenemos por la lluvia, por lo que nos pusimos las capas y continuamos con nuestra aventura, disfrutando de la magnífica puesta de sol, una de esas contribuciones a la magia de este recorrido.
El camino, tras los grandes desafios emprendidos anteriormente, se me hizo fácil y rápido. Las estadísticas, medidas con GPS, como a mí me gusta, reflejaron unos nueve kilómetros y medio de ascensión con ochocientos metros de desnivel.
Y al llegar arriba, contento, alegre y sorprendido de mí mismo por no haber sufrido absolutamente nada (recordando ediciones anteriores), las nubes dejaron hueco para disfrutar de las estrellas. Hizo algo de fresco (apenas 4 grados Celsius en el termómetro al amanecer), pero la experiencia, de nuevo, fue inolvidable. Del descenso, contaros que un loco albaceteño apareció con pantalones y camiseta cortos (sí, con cuatro grados), y que disfrutamos de un precioso amanecer, así como de unas vistas privilegiadas sobre la comarca, en busca de nuestro destino final, Rascafría.
Queridos lectores, sé que tengo pendiente una ascensión a este lugar con más de uno de vosotros. ¡Ojalá podamos hacerla pronto! Me encantará acompañaros.