miércoles, 17 de febrero de 2010

100% AVENTURA

¿Porcentaje? ¿Cifra exacta? ¿Probabilidad? Todo. Nada más (imposible). Nada menos.
Encuentro con la naturaleza, frente a frente, de tú a tú: "estoy dispuesta a ofrecerte lo mejor de mí, hacer que disfrutes, llevarte hasta la más alta cima... simplemente tienes que continuar con el camino que nos une, seguir adelante, no darte por vencido en ningún momento". Así firmábamos la madre Naturaleza y yo el acuerdo por el que yo saldría muy beneficiado: no era fácil lo que nos esperaba, pero ahí estábamos, dispuestos a afrontar los retos, siempre imponentes, pero a la vez gratificantes una vez conseguidos. Dos grandes caminatas: lagos andinos, junto a la frontera con Argentina y el majestuoso volcán Lanín, y el volcán Villarrica. Dos desafíos auténticos en Ruta Quetzal 2009.
Así nací a las expediciones científicas: me considero neonato en estas disciplinas, pero para eso estamos, toca aprender de la naturaleza. No solo unos ojos científicos me mostraban todos aquellos preciosos paisajes, sino que también dos ligeros instrumentos me acompañaban: un GPS y un termómetro. La ventaja del GPS es que te ofrece una completa información sobre la distancia recorrida, velocidad (para los físicos, r punto), tiempo en movimiento, velocidad de ascensión (para los físicos, y punto)... Dos curiosidades de las más interesantes que observé (obviamente, no iba a estar durante todo el recorrido mirando los utensilios, solo lo hacía puntualmente), una relativa a cada caminata:
  • Lagos andinos: aprovechando la cercanía del volcán Lanín, rodeado de nieve, mido la temperatura ambiente y, seguidamente, la terrestre en un lugar descubierto del gran manto blanco. ¡10 grados de diferencia! Inmediatamente, cojo un puñado de ceniza volcánica y con él froto mis manos, completamente gélidas.
  • Este segundo dato no es del paisaje, sino más bien de las características técnicas de la ascensión en el volcán Villarrica: nuestra coordenada r (si consideramos como origen el centro de la Tierra) aumentó un kilómetro, aprox. Dicho en otros términos, subimos desde unos 800 m de altura sobre el nivel del mar hasta la friolera de 1750, y nunca mejor dicho, porque el frío era tremendo.
Como siempre, estas marchas fueron auténticas pruebas de superación y los ruteros fuimos capaces de superarlas con una sonrisa en la cara, dándolo todo y disfrutando de vivir estos grandes momentos juntos... bueno, no del todo, ya que ¡Jorge, Almudena!, os eché de menos en el Villarrica. Seguro que de no haber estado malitas lo hubiérais superado como dos campeonas que sois.
Podría haber hablado de pendientes, caídas, raquetas, males del altura (de sed no, que para algo está el cinturón de cantimploras), pero para mí fueron importantes estos dos hechos que os he contado: en primer lugar, haber estado junto a vosotros en tan valiosos momentos y, en segundo, haber aprendido muchas cosas de la naturaleza, desde el punto de vista de un (proto)físico y también como persona.
Queridos lectores, en la próxima entrada... ¡El canelo del Alba!

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