lunes, 8 de noviembre de 2010

Ana Karenina

Una de las mejores novelas de la literatura rusa. No me arriesgo a decir que es la mejor, puesto que me quedan muchas de ellas por leer, pero sí que puedo afirmar que la calidad de su narrativa es máxima.
Lev Tolstoi nos lleva, por medio de esta gran obra, fundamental para todo amante de la novela, a una muy cercana Rusia: nos describe la vida no sólo de los protagonistas, casi todos pertenecientes a clases sociales acomodadas, sino también de sus empleados. Además, no dejará pasar la oportunidad de poner en boca de sus personajes diversas opiniones sobre la organización política y económica de su país, junto a varias reflexiones de contenido filosófico.
El argumento se divide en varios frentes que están relacionados entre sí. Hay dos historias principales: la de Ana Karenina, infeliz en su matrimonio con Alexis Alexandrovich y enamorada de Vronski y la de Konstantin Levin, que acabará encontrando el amor en Kitty. A Ello se le sumará la trayectoria no olvidada por el autor de Stiva Arkadievich (hermano de Ana y cuñado de Kitty), con sus infidelidades y problemas económicos.
Uno de los conflictos principales de esta obra es la elección entre una posición social aceptable y la propia felicidad. Dolly, esposa de Stiva, envidiará a Ana por haber escogido la segunda. Sin embargo, el sacrificio de separarse de su hijo y las exigencias de Vronski, apasionado con la idea de que Ana obtenga el divorcio para casarse con ella, mezclarán el amor de estos personajes con un toque de tristeza.
No desvelo el final que, sin duda, os sorprenderá.
Destacar también que existen varias películas basadas en esta novela, siendo una de ellas muy importante en la historia de la gran pantalla: la de 1935, con Greta Garbo como protagonista. Aunque no la hayáis visto, seguro que varios fotogramas os recuerdan momentos míticos protagonizados por esta magnífica actriz.
Eso sí, mejor leer primero la novela para después visionar la película, sobre todo porque una novela con tanta información no puede ser plasmada en un largometraje, por lo que éste olvida mayoritariamente, entre muchos otros acontecimientos, las historias de Kitty y Konstantin.

jueves, 4 de noviembre de 2010

BUSCANDO SETAS

Llegaba mi vigésimo cumpleaños con la ilusión de comenzar una nueva década. Como muchos de vosotros sabréis, la decisión que tomé hace algún tiempo acerca de los regalos consistía en dejar de esperarlos, es decir, no querer recibir ninguno en fechas señaladas. Esta decisión ha tenido un periodo de maduración, en el cual he ido descubriendo la esencia de esas fechas destacables que, en muchos casos, simplemente se aguardan pensando en los detalles materiales que tendrán con nosotros. Nunca había dado tanta importancia a los posibles obsequios, pero desde este otro lado del río la situación se ve de una forma distinta: me disponía a pasar un alegre día en el campo, junto a mi madre, Manuel y los abuelos, buscando setas. Sin embargo, en contra de mis deseos, me despertaron todos felicitándome y trayendo algún que otro detalle. ¡Qué se le va a hacer! Por lo menos, era algo inesperado y creo que esa es la verdadera esencia del regalo: la espontaneidad al recordar al compañero de viaje que cuentas con él.
Bueno, aparte de reflexiones, vayamos a la auténtica esencia del día, aquello que no olvidaré. Nos dirigimos hacia Almodóvar del Pinar, en la vecina provincia de Cuenca, para comenzar nuestra búsqueda. El abuelo, todo el rato comentaba "no va a haber setas, puesto que no ha llovido". Sin embargo, ésta sería la ocasión en que más níscalos encontré. Uno, dos... hasta llenar la cesta. Sin duda, un buen botín como recuerdo de un día en el campo con los que más quiero. Sin embargo, no todo fue buscar y encontrar, puesto que una fría lluvia apareció en mitad de nuestra actividad: chubasquero encima y ¡adelante!
Señalar que los níscalos son una especie muy sabrosa pero, como siempre, no debemos comerlos si no estamos seguros de que se trata de la especie deseada. Las consecuencias de una ingesta errónea podrían ser fatales. Aquí os dejo dos fotografías, una de una familia de setas desconocida (probablemente perjudiciales para la salud) y otra en la que muestro uno de los felices hallazgos del día.
A continuación, nos desplazamos hasta las lagunas de Cañada del Hoyo, que se formaron en las profundidades de unas torcas de hundimiento. El paisaje, simplemente, es espectacular. Además, cada uno de los humedales es de un color distinto, variándolo algunos en la época estival debido a la precipitación del carbonato cálcico (en mi opinión, con el aumento de la temperatura, tiene lugar la reacción química; se admiten hipótesis).
Y, finalmente, no podíamos abandonar la provincia de Cuenca sin comer el famoso alajú, una deliciosa torta dulce de origen árabe.
En definitiva, una magnífica jornada.