jueves, 4 de noviembre de 2010

BUSCANDO SETAS

Llegaba mi vigésimo cumpleaños con la ilusión de comenzar una nueva década. Como muchos de vosotros sabréis, la decisión que tomé hace algún tiempo acerca de los regalos consistía en dejar de esperarlos, es decir, no querer recibir ninguno en fechas señaladas. Esta decisión ha tenido un periodo de maduración, en el cual he ido descubriendo la esencia de esas fechas destacables que, en muchos casos, simplemente se aguardan pensando en los detalles materiales que tendrán con nosotros. Nunca había dado tanta importancia a los posibles obsequios, pero desde este otro lado del río la situación se ve de una forma distinta: me disponía a pasar un alegre día en el campo, junto a mi madre, Manuel y los abuelos, buscando setas. Sin embargo, en contra de mis deseos, me despertaron todos felicitándome y trayendo algún que otro detalle. ¡Qué se le va a hacer! Por lo menos, era algo inesperado y creo que esa es la verdadera esencia del regalo: la espontaneidad al recordar al compañero de viaje que cuentas con él.
Bueno, aparte de reflexiones, vayamos a la auténtica esencia del día, aquello que no olvidaré. Nos dirigimos hacia Almodóvar del Pinar, en la vecina provincia de Cuenca, para comenzar nuestra búsqueda. El abuelo, todo el rato comentaba "no va a haber setas, puesto que no ha llovido". Sin embargo, ésta sería la ocasión en que más níscalos encontré. Uno, dos... hasta llenar la cesta. Sin duda, un buen botín como recuerdo de un día en el campo con los que más quiero. Sin embargo, no todo fue buscar y encontrar, puesto que una fría lluvia apareció en mitad de nuestra actividad: chubasquero encima y ¡adelante!
Señalar que los níscalos son una especie muy sabrosa pero, como siempre, no debemos comerlos si no estamos seguros de que se trata de la especie deseada. Las consecuencias de una ingesta errónea podrían ser fatales. Aquí os dejo dos fotografías, una de una familia de setas desconocida (probablemente perjudiciales para la salud) y otra en la que muestro uno de los felices hallazgos del día.
A continuación, nos desplazamos hasta las lagunas de Cañada del Hoyo, que se formaron en las profundidades de unas torcas de hundimiento. El paisaje, simplemente, es espectacular. Además, cada uno de los humedales es de un color distinto, variándolo algunos en la época estival debido a la precipitación del carbonato cálcico (en mi opinión, con el aumento de la temperatura, tiene lugar la reacción química; se admiten hipótesis).
Y, finalmente, no podíamos abandonar la provincia de Cuenca sin comer el famoso alajú, una deliciosa torta dulce de origen árabe.
En definitiva, una magnífica jornada.

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