lunes, 23 de agosto de 2010

ENCONTRARSE A SÍ MISMO

Comienzan, queridos lectores, las habituales entradas en las que os cuento qué tal ha sido mi experiencia en la Ruta Quetzal BBVA. Ya han pasado unos días desde la despedida, algunos ya estamos en contacto gracias a Internet y el descanso ya ha aliviado esas horas de diálogo con Morfeo que tenía pendientes. Como siempre, tengo aventura, culturas, ciencia y curiosidades para todos vosotros, pero creo que hay sentimientos que están muy por encima de todo ello. En próximas entradas descubriréis lo anteriormente mencionado, pero en esta me gustaría centrarme en todo lo que he sentido compartiendo este tiempo con los ruteros.
Juntos fuimos capaces de superar grandes dificultades, compartir muy buenos momentos y a la vez disfrutar de este magnífico viaje. Además, de nuevo he vivido un acercamiento a la naturaleza que ha sido gracias a la vida del campamento: en nuestra tienda, rodedada de árboles, animales, cada noche escuchaba una auténtica sinfonía que alegraba mi corazón. Sin duda, un auténtico placer para un entusiasta aficionado a la música.
He sido feliz, muy feliz, desde esos "megafonazos" mañaneros hasta cada una de las noches en las que no me he podido dormir tranquilo sin mirar la Osa Mayor. Cada uno de vosotros me ha dado grandes recuerdos que nunca olvidaré.
Por otro lado, he descubierto que hasta con una lesión puedo aguantar algunas caminatas. Consciente de mí mismo, he conseguido darme muy gratas sorpresas al superar retos aun con esas ligeras molestias: bien podría haber dicho "no puedo", pero era tanta la ilusión por llegar caminando a nuevos lugares...
He tenido algunos momentos tristones, muchos lo sabréis, pero bueno, siendo positivo y con la ayuda de vuestro compañerismo, alegría y energía he conseguido superar esos valles. Sin embargo, las crestas (no me lo puedo creer, ya estoy de nuevo con términos físicos), has sido más abundantes que los valles, por lo que el balance es muy positivo.
Al igual que en una vacuna, de nuevo he recibido un recuerdo para continuar en ese proceso de deshibinición de los bienes materiales. Realmente mi corazón estaba muy contento con lo que tenía, porque lo realmente importante para él eran las personitas que le acompañaban en el camino. Algunos sabéis que hace un tiempo renuncié a los regalos materiales (así tampoco tendréis ningún quebradero de cabeza cuando se acerque Navidad, mi cumpleaños...), porque el mejor regalo es compartir camino con los amigos y, si hubiera que poner un podio, como segundo quedarían los grandes paisajes y, con la presea de bronce, la llegada a las metas propuestas, con la satisfacción de haber trabajado. De estas tres experiencias he tenido no pocas en ruta, por lo que no me puedo quejar, sino más bien estar muy agradecido.
Y una caminata fue de gran ayuda en uno de esos valles: motivos que ahora no vienen al caso me habían entristecido en los días anteriores, pero llegar a Santiago de Compostela caminando, cantando, con todas las banderas y la ilusión siempre reinante en la ruta fue una experiencia única que no podía desaprovechar pensando en otras cosas: había que vivir a flor de piel la felicidad de ese momento, y sería un auténtico desperdicio no hacerlo, por lo que "tiré a la basura" las penas, haciendo hueco en mi corazón para que grandes recuerdos entraran en él.
En próximas entradas vendrán las aventuras, las culturas y muchas otras cosas, pero creo que lo más importante eran estos sentimientos que me imagino la mayoría de los ruteros habrán experimentado en primera persona.

lunes, 2 de agosto de 2010

OS ECHO DE MENOS

Apenas han pasado unos días de ese último día, cuando llegó el momento de la despedida, y ya os hecho de menos. Tantos momentos, buenos y malos, junto a todos vosotros, integrantes de la Ruta Quetzal 2010, nunca se olvidan y hacen que todo me recuerde a algo de cada uno de vosotros.
Estoy en el curso de inglés que os comentaba, en Valencia, y las colas para las cenas (además de ser mucho más lentas que las de Argui), se me hacen eternas, porque me acuerdo de cada uno de los días en que uno de los grupos me invitaba a comer o cenar con ellos.
Todo sabe a ruta, pero seguro que pronto volveremos a vernos. Solo estamos separados físicamente pero, como muchas veces me habréis oído decir, eso es insignificante frente a los lazos que nos unen. En especial, añoro el cariño de la familia "adoptiva", las canciones (gracias Lis y Alejandra por esa que tanto me animó la última noche) y vuestra ilusión.
Para todos, en unos días, nuevas crónicas (en exclusiva para este blog) contando esta gran aventura que nos ha unido.