miércoles, 14 de septiembre de 2011

Perú(III). Viajes de transición

Tras aquellas magníficas caminatas relatadas anteriormente, con las fuerzas más bien escasas, los integrantes de Ruta Quetzal BBVA tuvimos un par de días de "descanso" para recorrer otros dos lugares preciosos de Perú: Chachapoyas y Zaña. Además, durante nuestra estancia en Chachapoyas pudimos visitar la localidad de Huancas, un pequeño pueblo que conserva gran parte de las tradiciones de la cultura chachapoyas, destacando entre ellas la cerámica. Como comprobamos, trabajar la cerámica requiere tiempo, con un amplio proceso de elaboración.
Zaña tendrá siempre un rincón en nuestro corazón. Para llegar allí recorrimos una inmensidad de kilómetros por carretera, no sin sorpresas en el camino debido a las muchas obras en la vía y los consiguientes caminos como alternativa y también algo de calor en los autobuses (más bien nada, que en peores lides nos hemos visto). Sin embargo, a pesar de los obstáculos, este trayecto fue feliz para mí: a la gran cantidad de paisajes vistos, desde la ceja amazónica hasta zonas semidesérticas y a las muchas canciones compartidas sobre ruedas, hay que sumarle la culminación de una de mis ilusiones para la presente expedición, que era poder contemplar un "monete", hecho que se hizo realidad al verlo en una casa de las que se encontraban en las cercanías de la carretera. Al sumar la gran cantidad de contratiempos encontrados en el viaje obtendremos la causa de la demora en nuestra llegada a Zaña. Sin embargo, la hospitalidad de sus habitantes llegó a tal extremo que, en ese feliz momento del encuentro, todavía mantenían intactas sus ilusiones por ofrecernos lo mejor; no me olvido de las palabras de Jesús Luna, nuestro querido jefe de campamento: "vamos rápido a la plaza, porque llevan horas esperándonos". Había que apresurarse para, por fin, tener ese feliz encuentro, y es que nos habían preparado una muy calurosa acogida, incluyendo en ella unas palabras por parte de las autoridades locales y Jesús Luna, bailes típicos del lugar, una breve reseña sobre el Museo Afroperuano de Zaña y, finalmente, la lectura de una serie de décimas, pues los zañeros están entre los mejores decimistas de América, señalando la facilidad que tienen para incluir el "culantro" en sus versos, arrancando más de una sonrisa al público. Este acto acabó tarde, mas realmente mereció la pena y fue precioso estar presente en él. Al llegar al campamento, el cansancio era una constante en mi organismo pero, después de varios días, me reencontraba con mi diario (en las caminatas, para aligerar peso, llevé una pequeña libreta para tomar notas), y no me perdonaría dejar de escribir todos los sentimientos experimentados en las preciosas marchas que habíamos vivido días atrás. Así, a altas horas de la madrugada, ya metido en el saco, abría ese rincón para los recuerdos con la intención de, de nuevo, darle esa vida que sólo la escritura es capaz de otorgarle.
Al día siguiente, concimos esta localidad y, en particular, el museo citado anteriormente, con una gran riqueza cultural. Para concluir una visita tan especial, que nos hermanó con este hospitalario municipio, me integré en los talleres de percusión, pudiendo experimentar la sensación de tocar instrumentos como la quijada de burro y unas calabazas huecas de tamaño considerable, entre otros.
La despedida fue breve pero intensa: nada será igual después de estos días compartidos, ni para ellos ni para nosotros, porque siempre quedará en nuestros corazones el recuerdo de tan preciados momentos. Al frente nos esperaba un viaje nocturno, bajo la Cruz del Sur y miles de estrellas que nos alumbraban en el camino, durante más de catorce horas, rumbo a Lima, última parada en nuestro mágico recorrido peruano.